Algunos testimonios

– “El trabajo del duelo nos fue ayudando a recomponer cada una de las áreas de nuestra vida: tanto la familiar, las amistades, la pareja, la de los hijos y la fe.”            Mónica

– “El sufrimiento al principio me destruyó, pero dejó siempre una partecita sana que me llevó a hacer el trabajo que hicimos. El trabajo de duelo me llevó a acomodar los sentimientos, a dimensionar a cada persona. Me ayudó a ser una nueva persona, a tener una nueva escala de valores, a aceptar la muerte de mi hijo y a amar en libertad.”    Guillermo

– “No tenía ni idea cuál era la salida, pero sabía que tenía que haber una salida… La experiencia del grupo fue como volver a vivir: caer y levantarme, pero sabiendo que el otro también está cayendo y levantándose”.   Graciela

– “Habían pasado diez años desde la muerte de mi hijo…. No tenía a quién echarle la culpa, ni a Dios ni a nadie y me llenaba yo misma de culpa… Siempre decía que nunca iba a volver a ser totalmente feliz.”

– “Es bueno dejarse ayudar… El duelo es confusión: no nos deja pensar ni actuar, ya que en la familia estamos todos igual y no nos podemos ayudar. Hay que pedir ayuda”.  Susana

– “Uno cuando está en duelo piensa que perdió todo y en realidad todavía nos queda mucho”.

– “En el trabajo del duelo el camino es la verdad: si no uno vive en la mentira y en su vida comienza a vivir todo de esa forma”.

– “Yo me sentía castigado por Dios en mis errores. El proceso del duelo me enseñó que el Dios que yo amo es el Dios del amor y que no puede castigarme matando a una criatura. Entender que Dios no me castigó, fue poder perdonarme a mi mismo”.  Daniel