9- La aceptación de la realidad

                – No, no, no lo puedo aceptar.

La clave de todo duelo es la aceptación de la realidad y su integración a la vida, que no es lo mismo que la resignación.

La resignación es la pasividad del sufrimiento ante la realidad; un sufrimiento que no se va a serenar y una realidad que no se va a asumir.

Aceptar la realidad de la muerte, en cambio, es una violencia interior que en sí es fuente de sufrimiento, pero es un sufrir sanamente para dejar de sufrir. Como hemos mencionado, decir «se fue», «partió», «cambió de forma» o «lo perdí» es reflejo de cuánto cuesta aceptar la muerte como parte de la vida.

Pronunciar «mi ser querido se murió» es uno de los momentos más desafiantes para elaborar sanamente el duelo. A muchos se les hace insufrible decir «morir» porque creen que así lo pierden. Es la gran equivocación. Claro que para decir se murió, con serenidad, ha de darse una aceptación del nihilismo tras la muerte (¡algo difícil de vivir!), tiene que haber fe vivencial en la resurrección o, según otras profeciones religiosas, creer en una vida trascendente. La fe, de nuevo, es la gran ayuda en el duelo.

Una dinámica de confrontación empática de la pastoral del duelo en el grupo «Resurrección» clarifica lo anterior:

– Un voluntario del grupo – pide el coordinador.

– Sí, yo.

– Gracias. Te pido que empujes con fuerza la pared y la muevas.

– No puede ser.

– Si no lo intentas… – persuade el coordinador. – No puedo moverla por más que empuje.

– Pero, ¿por qué no pides ayuda a un compañero para mover la pared?

– Por favor, ayúdame a empujar – pide a otro compañero.

– No se mueve por más que empujemos juntos – dice el nuevo voluntario.

– Alto. Gracias. Eso es el sufrimiento. ¿Por qué querían mover la pared?

– Usted nos lo pidió.

– No fui yo. Fue el sufrimiento. Sí, el sufrimiento también les va a pedir que vayan contra la realidad y no acepten la muerte. ¿Por qué tú pediste ayuda a un compañero para mover la pared?

– Usted me lo pidió.

– No fui yo, fue el sufrimiento. En efecto, el sufrimiento va a querer tener gente para desahogarse pero no para confrontarse y aceptar la realidad – clarifica el coordinador. – Y ¿entonces?

– ¿Entonces quién tiene que moverse: la pared o ustedes? Lo digo porque al lado tienen una puerta y una ventana.

– Nosotros, claro.

– En el proceso del duelo, la muerte (la realidad) no cambia por más que no la acepten y empujen contra ella. Ustedes sí pueden cambiar y asumir nuevas actitudes que acepten la realidad tal cual es, no como quieren que fuera, para así elaborar sanamente el duelo.

 

Aceptar la dura realidad es empezar a mejorar la autoestima y es condición imprescindible para rehacer un proyecto significativo de vida.

No aceptar la realidad es condenarse a un sufrimiento vitalicio, a no ser feliz, a hacer sufrir innecesariamente a los demás y a incrustrarse en un duelo crónico. Y esto, pensando que así se ama más al muerto. ¡Qué gran error! En honor a la verdad, el duelo sólo comienza cuando hay este proceso interior de inicio de aceptación ¿Qué hubo antes? Sufrimiento.

El duelo exige voluntad firme de aceptación de los hechos; si no, estaremos de continuo empujando la pared de la realidad que no se va a mover. ¡Aceptación que, ciertamente, no es tarea fácil!

En el duelo hay que aceptar que ciertas actitudes son muy inútiles y contraproducentes hasta el punto que demoran e impiden su sana elaboración. Así, hasta que un doliente no se descentre de su sufrimiento, no se liberará de su sufrimiento.