18- No hacer la agenda al muerto

La fuerza del apego nos recuerda que la sangre es muy pegajosa.

Así lo reflejan los pronombres de ciertas expresiones:

– Nos dejó.

– Se me murió.

– Lo perdí.

Por ello, no es infrecuente que la imaginación «invente» actividades o proyecte expectativas íntimas frustradas, a través de imaginar al ser querido muerto como si estuviera vivo en la tierra.

– Hoy mi hija cumpliría 15 años. Ya la imagino tan apuesta. Ella con su sonrisa tan natural, bromeando con todos. Seguro que en un día como éste llevaría un precioso vestido blanco…

En efecto, la imaginación corre a sus anchas ideando a alguien que no existe. Después la realidad hace volver a pisar la tierra.

También la fe en la resurrección confrontará: en el cielo no hay tiempo, sino eternidad. Allí la felicidad en Dios es infinita.

– ¡Pero el afecto la reclama junto a nosotros!

Sin una fe madura, no es fácil llegar a gozar al ser querido junto a Dios y no sucumbir a la tentación de «secuestrarlo» de su felicidad.

– Aún siendo cristiano aceptar su vida feliz en Dios me costó mucho. Hoy, esto mismo lo vivo como una manera libre y sublime de amarlo y dejarme amar.