12- Fundamental: purificar el amor

-¡Si sigo adelante, es por los otros hijos!

Normalmente, nunca se menciona al otro cónyuge. Permitámonos en el proceso del duelo caricias positivas que alimentan nuestra autoestima, que rechazan las autoagresiones, que potencian nuestra valía…

Actuemos por nosotros y también para nosotros. No es egoísmo, es caridad para con nosotros mismos.

¿Y si la culpa nos descalifica? La adhesión a valores y al perdón nos revaloriza y reclama que valemos más que lo que hicimos.

Confrontémonos con nuestro modo de amar, porque el amor verdadero se muestra y se demuestra:

· Amo sanamente a quien se murió, si me amo a mí mismo.

· Amo verdaderamente a quien se murió, si amo a los que quedan vivos.

· Amo limpiamente a quien se murió, si me dejo amar por quienes quedan vivos.

· Amo gozosamente a quien se murió, si me dejo amar por quien se murió y confiadamente ponemos en la presencia misericordiosa de Dios.

El amor es más fuerte que la muerte (cfr. Sab 8,2). Por eso el amor es de «ida» (hacia el que se murió) y… de «vuelta» (desde el que se murió). Es la Comunión de la fe, la Comunión de los Santos. (Ver Catecismo de la Iglesia Católica, Nro. 954 – 959).

El amor no se enamora del muerto ni lo idealiza. Lo acepta tal como fue. El amor no se confunde con apegos, posesiones, manipulaciones, con necesitar. Nos lleva a vivir en verdad y en libertad.

Un diálogo común, ya mencionado, clarifica los conceptos anteriores:

– Tu criatura está en el cielo. Es un angelito. Está feliz.

– Sí, sí.

– Desde el cielo, él te quiere ver feliz. ¿Esto no te ayuda?

– Es que yo lo extraño.

– Pero él está feliz en la gloria.

– Pero yo lo quiero aquí conmigo. Sé que pensarás que soy egoísta.

Cuando nuestro amor está viciado de apegos, ni la felicidad de quienes amamos nos estimula a salir de nuestro sufrimiento.

– Y si tú estuvieras en el cielo, feliz, ¿te gustaría que tus seres queridos sufrieran por vos? – Por supuesto que no.

El duelo es toda una purificación del amor. Purificación, por cierto, muy exigente. El amor amado es muy exigente.

– Si amo a otra persona, ¿no ofenderé a…?

Los muertos no nos «pasan factura» ni por nuestro pasado ni por nuestra felicidad presente y futura.

– Yo amo a quien se me murió pero, ¿cómo me puedo sentir amado por quien se murió?

Esta experiencia va paralela a la experiencia espiritual de la fe en la resurrección de Cristo y a la experiencia de sentirnos amados por Dios. Ellos nos aman desde el amor de Dios. Es la Comunión de los Santos.

«No veneramos el recuerdo de los del cielo tan sólo como modelos nuestros, sino para que la unión de toda la Iglesia en el Espíritu se vea reforzada por la práctica del amor fraterno. En efecto, así como la unión entre los cristianos todavía en camino nos lleva cerca de Cristo, así la unión con los Santos nos une a Cristo, del que mana, como de Fuente y Cabeza, toda la gracia y la vida del Pueblo de Dios»(Catecismo de la Iglesia Católica, Nro. 957).